Entramos en un tiempo mágico, de añoranzas y recuerdos, de alegrías y tristezas. Aquellos que tenemos la suerte de tener una familia amplia, se nos acumula la nostalgia de momentos auténticamente felices e irrepetibles. Tengo dibujadas en mi memoria, escenas casi teatrales, de representaciones fantasiosas, pero reales, quizás adornadas o agrandadas por la mente de un niño, pero que me ha ayudado a conservarlas a lo largo del tiempo. Conservar los recuerdos, es vivir dos veces, y yo, disfruto con ellos. En mis recuerdos, vuelven a vivir personas que lo han sido todo en mi vida, decía alguien, que el recuerdo es vecino del remordimiento, y a lo mejor es así, remordimientos de no haber disfrutado más de ellos, de su sabiduría, de su bondad, de su franciscana paciencia, remordimientos de mi rebeldía. Pero no quiero caer en la nostalgia, ni en la melancolía, quiero que sea tiempo de alegría, alegría en la remembranza de tiempos pretéritos que no volverán, pero que, cada vez que se acerca la Navidad, parece que , solo parece, por desgracia, que puedo volver a saborearlos.
El olvido, es sin duda, uno de los pecados más frecuentes del género humano. Nos olvidamos frecuentemente de aquello que quizá nos causa dolor, esto, puede ser , un acto defensivo para no recordar situaciones que nos han afligido. Nos olvidamos sobretodo del dolor individual, y es comprensible, pues creo, que nadie quiere recordar situaciones o hechos, ante los cuales sufrimos. Lo que es inaceptable, bajo mi punto de vista, es el olvido del dolor colectivo, en este caso, me refiero, al dolor que tiene su génesis, en el exterminio generado por los vencedores de una guerra civil, cuando esta ya había concluido. Exterminio ignominioso, aberrante, y criminal, que dejó a más de 100.000 personas, fusiladas y enterradas en cualquier sitio de este país. Y ahí siguen. Es un olvido colectivo, a nivel institucional, y en la calle. Los que supuestamente nos dirigen , nos dicen, que remover viejas heridas, es malo para la estabilidad del país, las nuevas generaciones, simplemente, no saben lo que ha pasado, o no lo quieren saber. Pues el que suscribe, aunque me tilden de pesado, reiterativo, e incluso de mentiroso, porque parece ser que la historia, es completamente distinta a la de mis percepciones, pues a pesar de esto, sigo recordando que, hace no muchos años, un hombre bueno, solidario con los más necesitados en tiempos muy difíciles, amante de su familia, y un gran profesional médico…pero a la vez, progresista, fundador y militante de Izquierda Republicana…..fue vilmente asesinado, y enterrado en algún lugar de nuestras queridas Terras Do Incio. A él, le quiero dedicar estas líneas, con el compromiso, que mientras no sé nos permita darle sepultura cristiana, como el era, ferviente católico, seguiré recordando a D. Manuel Díaz González, Médico y Alcalde de Incio, que yace en algún lugar de la tierra de nuestros orígenes. Seguiré recordándolo, aunque los que olvidan, nos quieran hacer creer, que este suceso nunca existió.
A mí, mi padre, cada 11 de septiembre, me recordaba, que aquel nefasto día había existido, y que, mientras los asesinos lo celebraban en el bar, él, lo enterraba clandestinamente , cerca del viejo cementerio del Incio. Un recuerdo emocionado para los dos.
A mí, mi padre, cada 11 de septiembre, me recordaba, que aquel nefasto día había existido, y que, mientras los asesinos lo celebraban en el bar, él, lo enterraba clandestinamente , cerca del viejo cementerio del Incio. Un recuerdo emocionado para los dos.